Dame la mano y danzaremos
Risas en ese bar de mala muerte. Recuerdas?. Ese barucho oscuro y transgresor de moralidad, penetrador de imágenes y olores mundanos, de deseos poco claros y de sonrisas trastocadas por la furia. Te acuerdas?
Me acuerdo del calor que se sentía de estar con un otro en una silla, en sólo una silla, mirando las caras, los gestos, las arrugas, los bigotes, el escote, las pecas. Todo lo demás sobraba, pero era parte del cuadro. Y sólo importaban las emociones porque los sentimientos eran muy duraderos para esa escena. Nuestras manos eran de fuego, los labios contactados, las miradas eran reales, o por lo menos pretendían serlo. Te acuerdas?. Yo recuerdo esos episodios como si fueran ráfagas de una esencia sana y poco frustrante. Me agradaba. La verdad, lo prefería.
Si, como ese día en que desnuda esperé que las hojas de los árboles de otoño me tocaran suavemente, simulando tus manos. Porque tus manos se habían ido, junto con la otra estación del año, a otro cuerpo, uno más añoso, más terco, menos tierno que el mío. La verdad, prefería las hojas de otoño a tus manos.
Te acuerdas lo que te dije esa noche, la noche de los cuerpos fríos?. Claro, soy de hierro, no siento, me convertí en piedra. Mi cuerpo es inherte, no se mueve, ya no emite gemidos ni profesa palabras calientes. De qué fuego me hablas?. Eso nunca existió, nunca me gustó. Risas. Que perno, vírate, nada que hacer con una mujer como yo. De qué bar me hablas?. No lo recuerdo. Tus pecas?, tenías pecas?. Placer entre nosotros?, de qué hablas?.
Silencio. Silencio entre tantas máscaras.
En este momento, no en otro.
Detrás de las máscaras tengo mucho que entregarte.
Lo tomas o lo dejas.
Yo prometo dejarme sentir.
Lo siento, tengo miedo.
Y me paraliza.
Y me hace cometer errores.
Acá tengo un mundo de risas y encantos que mostrarte.
Sólo para ti.
Dame tu mano y danzaremos.
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