Sunday, 9 August 2009

Grito

Recuerdo la primera noche que escuché ese grito. Llegó a mi cabeza, cruzó por mi estómago y terminó alojado en mi corazón. Nunca había sentido cómo las paredes del corazón pueden abrirse y cerrarse, revolcarse, mutar y saltar. Ese grito no se me ha borrado de mi mente. Si yo hubiese sabido que eso iba a pasar, hubiese preferido borrar esa escena. Mientras manejaba en el auto y tocaba el rojo sentía ese grito. Mientras atendía a las familias el grito me interfería. Mientras dormía despertaba saltando de terror. ¿Cómo borrar un grito así?
¿Cómo sacarle la intensidad?
¿Cómo sacarle esas palabras?

Pasé mucho tiempo llenando mi tina y sumergiéndome en el agua para olvidar ese grito. Me pasa que el agua bien caliente es como un útero para mi. Y sólo quería estar ahí, quietecita mirando las baldosas de al frente. Y mientras trataba de tener la mente quieta, las lágrimas eran inevitables. Pocas lágrimas, pero largas.

Ese grito pasó hace tiempo. No me había acordado de él.
Pero un día domingo como hoy, después de haber vivido tantos lindos momentos con gente que adoro, después de haber entendido que el amor a uno mismo es algo hermoso de cultivar, después de estar tirada en mi cama sabiendo que llegó la soledad, me acordé de ese grito.

Prometo no volver a vivir algo así.
Prometo dar gracias cada día por haberme salido de ese lío y por preferir la paz ante el terror.

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